Por Lcda. Luz A. Díaz, Terapeuta Ocupacional, Centro de Terapias Study & Learn With Me
Existen niños sanos, incluso con niveles de inteligencia superiores a la media, pero que no perciben el mundo que les rodea como los demás. Se evidencian comportamientos que sobresalen de la mayoría de los niños de su misma edad, pueden mostrar una gran falta de control emocional, con reacciones exageradas y miedos a cosas habituales e inofensivas o a cualquier cambio en su rutina diaria. Tienen dificultad para prestar atención en clase y parecen no entender lo que se les dice, problemas con la lecto-escritura y/o no pueden estar quietos ni un instante, en la mayoría de casos tienen problemas de aprendizaje, siendo candidatos al fracaso escolar y a caer en la pérdida de la autoestima.
Estos niños presentan un déficit en su integración sensorial, la información que llega a su cerebro no es bien interpretada y procesada, por lo que son víctimas de una desorganización. A menudo se les corrige y llama la atención, lo cual conlleva en ellos estados de ansiedad y frustración. Como resultado, estos niños se vuelven apáticos, hiperactivos y agresivos, perdiendo interés en las clases. Los habituales métodos de premios y castigos no tienen el efecto deseado, pues lo que nos parece un comportamiento negativo susceptible de ser corregido es, en realidad, una reacción automática de un sistema nervioso.
Podemos definir la integración sensorial como la capacidad que posee el sistema nervioso central (S.N.C.) de interpretar y organizar la información captada por los diversos órganos sensoriales del cuerpo. Dichas informaciones, recibidas por el cerebro, son analizadas y utilizadas para permitirnos entrar en contacto con nuestro ambiente y responder adecuadamente. La información se recibe por los órganos de los sentidos, vista, oído, tacto, gusto y olfato; de igual importancia y menos conocidos encontramos el sentido vestibular, el cual nos ayuda a mantenernos erguidos y en equilibrio, nos informa de los movimientos y posturas que debemos adoptar. También es importante el sentido propioceptivo, nos aporta información de nuestras articulaciones y músculos para que podamos regular movimientos de precisión y la fuerza que utilizamos en cada acto que realizamos.
Por supuesto, no todos los problemas de aprendizaje y de comportamiento en los niños se deben a una mala integración sensorial. Pero los expertos consideran que un 70 por ciento de dichos problemas son causados, en modo más o menos directo, por disfunciones en la integración sensorial.
Algunos signos y síntomas que debemos conocer
- Carácter y comportamiento del niño; propenso a las rabietas y la pérdida del control, es muy sensible a los ruidos o los olores, se muestra a menudo ansioso y tienen poca tolerancia a la frustración, no acepta los cambios en la rutina o necesita moverse constantemente, presenta dificultad para mantener la atención, regular el nivel de actividad e interactuar adecuadamente con el ambiente, evidencia pobre rendimiento escolar.
- Alteración en uno o varios de sus sentidos, el sentido más comúnmente afectado y el más importante para un buen rendimiento en el aula es el oído, constantemente llegan muchos sonidos de nuestro entorno de los cuales estos niños no pueden filtrar la información y eliminarlos para centrarse en lo que les dicen los padres o profesores.
- Respuesta del niño ante el tacto puede darnos información sobre el estado de su integración sensorial. Algunos niños huyen del contacto físico con los demás, lo rechazan o reaccionan violentamente como si se les agrediera especialmente cuando lo hacen improvisadamente. Otros niños buscan más estimulación táctil de la que normalmente reciben, les gusta revolcarse por el suelo, luchar con fuerza y parecen no sentir dolor ante los golpes.
- Los niños que no interpretan bien los estímulos vestibulares pueden mostrarse miedosos y torpes al correr, saltar, realizar algún deporte, suelen evitar los parques con columpios y toboganes, y probablemente no les guste montar en bicicleta o patinar. Otros, en cambio, no paran de correr, se suben a todas las vallas que ven y parecen no ser conscientes del peligro. Giran y saltan constantemente y les entusiasma los columpios, toboganes y atracciones de feria. Buscan continuamente una estimulación vestibular que no les llega con suficiente claridad y en la cantidad que necesitan.
- En cuanto al sentido propioceptivo, cuando no informa adecuadamente nos encontramos con niños torpes y descoordinados que parecen romper todo lo que tocan, que no pueden evitar ensuciarse más que sus compañeros al comer y derraman a menudo lo que beben de un vaso. Se muestran rígidos en sus movimientos o todo lo contrario, parecen tener una tensión muscular débil, se les puede ver utilizar una fuerza exagerada para realizar un acto que no la requiere, ejemplo en la presión que ejercen al utilizar el lapicero al escribir o dibujar.
- Deficiencias en la información que nos llega de los ojos, aún estando éstos en condiciones físicas perfectas, depende de cómo la interpreta nuestro cerebro. Para poder leer y escribir es preciso que los dos ojos se muevan adecuadamente y de forma cómoda. Los niños con dificultad para aprender a leer o escribir y que no les gusta hacer puzles, colorear o dibujar. Podemos notar que son buenos alumnos salvo cuando trabajan sobre el papel o copian de la pizarra, entonces su atención es limitada y los resultados son deficientes.
- El gusto y el olfato, cuando estos sentidos perciben más información de lo habitual, pueden hacer que la vida del niño sea más incómoda y que éste sea etiquetado de caprichoso o maniático a la hora de comer o en lo referente a los olores. Son niños que normalmente perciben los olores antes que cualquiera que los acompaña y los reconocen, al igual que los sabores, siendo selectivos en texturas de alimentos, mostrando desagrado por muchos de ellos.
Recomendaciones para ayudar a estos niños
- Adaptar el entorno en la medida de lo posible para que logre concentrarse en sus tareas y mantener el control de la situación de una manera más fácil.
- Adaptar nuestra actitud para con ellos, manteniendo la calma y siendo conscientes de que nuestros actos y nuestro tono de voz pueden influir en su comportamiento.
- Comprender al niño, intentemos imaginar cómo se siente, para así poder ayudarle.
- Realizar un programa de recompensas cuando haya una mejoría en su conducta y una retirada de privilegios cuando el comportamiento sea inadecuado son estrategias beneficiosas para todos los niños. En el caso del niño que tiene dificultad para controlar sus emociones y su nivel de actividad, premiar las ocasiones en las cuales consiga mantener la calma lo ayudará y le dará confianza en sí mismo.
- Los cambios en los horarios, en sus espacios físicos o de las personas que lo cuidan afectarán negativamente al niño que padece estas deficiencias. Es preferible que las alteraciones le sean anunciadas con antelación y, posteriormente, le sean recordadas a medida que se aproximen.
- Aprendizaje multisensorial, en donde se utiliza todos los sentidos, no solamente la visión y el oído, cuantos más sentidos estén implicados en aprender algo, más fácil resultará entenderlo y recordarlo. Los niños disfrutan experimentando, viendo y tocando, saboreando y moviéndose.
- Acudir a especialistas que pueden ayudar, los terapeutas ocupacionales expertos en Integración sensorial por medio de una detallada evaluación que incluye pruebas específicas sobre el procesamiento sensorial, con la observación del niño en sus diferentes ambientes y con cuestionarios para los padres y profesores, puede identificar los sistemas sensoriales afectados y preparar un programa de actuación acorde con el perfil sensorial de cada niño.
- Las actividades y adaptaciones propuestas por el terapeuta ocupacional tienen como objetivo nutrir sensorialmente al niño, con una serie de actividades de una alta carga sensorial, sobre todo en los ámbitos propioceptivo, vestibular y táctil ya que éstos son dos de los sentidos que más directamente afectan a nuestro sistema nervioso. La intervención puede efectuarse en varios frentes simultáneamente; es decir, por una parte, el niño puede acudir a tratamientos directos en un centro especializado que cuente con material de integración sensorial, pero además, al mismo tiempo, se pueden incorporar a su ámbito familiar y al escolar actividades y adaptaciones que tengan en cuenta las necesidades sensoriales del niño.
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